La carta del Diablo logra representar eficazmente al maligno en todos sus aspectos: cuernos, alas aterradoras, patas de animal, escamas, y mucho más.
A sus pies están encadenadas dos figuras monstruosas, que el Diablo gobierna con su bastón o con su espada en llamas.
En el abdomen del Diablo se pueden vislumbrar los rasgos de un rostro, lo que simboliza que el Diablo está guiado por los instintos más bajos y zafios.
En muchas de las cartas del Tarot se pueden encontrar representados elementos positivos: no en esta carta.
La carta del Diablo representa todas las pulsiones y las peores tentaciones en las que incurrimos a lo largo de nuestra vida.
También el Diablo – una carta que indudablemente no es positiva – forma parte de un ciclo que ya hemos encontrado en el Tarot. Sin el mal no puede existir el bien, sin las tentaciones más bajas no puede existir el recorrido más iluminado, sin pruebas por superar, tiene muy poco sentido el camino iniciático del Tarot.
Puede representar la razón ofuscada por las tentaciones y las pasiones. Algo nos atrae hasta el punto de olvidar el sentido común y la razón, provocando en nosotros una gran turbación interior.
Situación de oscuridad, negatividad. Lucifer es el ángel caído, el ángel que un tiempo fue portador de luz. Ahora, el fuego de su bastón ilumina, pero lo hace de manera desorientadora y peligrosa.
Dominio sobre las personas, o deseo de dominio sobre otras personas. Casi nunca positivo.
Pasión muy poderosa, rayando en la obsesión.
Sexualidad en todas sus formas, también y sobre todo no convencional, o dirigida hacia personas a las que no debería dirigirse.
Hay que tomar nota de que la fuerza de las pulsiones equivocadas a menudo es más fuerte que la de las pulsiones correctas.
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