Un clima siniestro y oscuro impregna la representación de la carta de la Luna.
La Luna representada está a menudo en el primer cuarto, por lo que no es sumamente luminosa, y en las barajas más antiguas del Tarot casi siempre están añadidas varias nubes para hacer aún más espectral la representación.
Hoy hemos perdido un poco de vista lo aterradora que podía ser la noche en la Edad Media. No solo porque sin iluminación pública habríamos podido acabar encontrándonos en la oscuridad más completa, sin ninguna posibilidad de orientarnos, sino también porque, al contrario de lo que ocurre hoy, muchos animales salvajes habitaban en nuestros campos y estaban a las puertas de nuestras ciudades.
La carta de la Luna, en el periodo histórico en que fue creada, seguramente estaba asociada a oscuridad, peligros y posibilidad de incurrir en error.
Las circunstancias externas son tales que no logramos orientarnos claramente. Alguien nos oculta algo o, en cualquier caso, el camino para conseguir lo que deseamos es bastante dificultoso si decidimos recorrerlo ahora.
Representa un estado de oscuridad, que se contrapone a la sucesiva carta del Sol. Si el Sol representa claridad, la Luna representa en cambio dificultades de juicio, confusión, incertidumbre.
Puede representar una persona que se muestra particularmente sensible, o que se comporta de una manera para nosotros indescifrable o caprichosa.
Representa también nuestros miedos, nuestros temores, que probablemente no tenemos el valor de afrontar. En este caso, la situación incierta que nos resulta desfavorable se ha producido precisamente a causa de nuestro dar largas. Por ejemplo, hemos esperado a declararnos a una persona, y ahora está comprometida.
Deshonestidad, alguien nos está engañando (tal vez seamos nosotros mismos quienes lo hacemos).
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