La Papisa es una figura curiosa, sin lugar a dudas. De hecho, procede de la leyenda según la cual el papa Juan VIII habría sido en realidad una mujer, que ocultaba su verdadero sexo.
En época medieval, fue una leyenda que se difundió entre la población con una increíble rapidez, convirtiéndose en una figura muy arraigada en la cultura popular.
Cuando empecé a estudiar la historia del Tarot, me sorprendió el hecho de que esta figura, que hoy se presenta casi como “escandalosa”, no hubiera despertado la más mínima censura por parte del Estado de la Iglesia, tanto durante la Alta Edad Media, como durante la Baja Edad Media cuando esta figura apareció en el Tarot, que se imprimía tranquilamente sin ningún tipo de prohibición para esta carta. Probablemente, el Estado de la Iglesia estaba bien dispuesto a dejar al pueblo sus tradiciones y supersticiones, mientras no pusieran en tela de juicio la observancia de la fe.
La Papisa tiene un libro descansando sobre sus rodillas. Este libro está abierto, pero ella mira fijamente hacia delante, lo cual manifiesta hasta qué punto esta es la representación de una figura sabia, ya que no debe dirigir la mirada al libro, al contrario, trata de incentivar al consultante a leerlo, a tomar conocimiento de su saber.
La representación de la carta está llena de paños, o más exactamente velos. En efecto, los ropajes de la Papisa son ricos y abundantes, hay un paño extendido detrás del trono en el que está sentada, y tiene también un velo entre la cabeza y la corona.
El velo de la Papisa es el velo que cubre la realidad de las cosas (en efecto, se dice “la realidad desvelada” para indicar el conocimiento de hechos todavía ocultos).
Por lo tanto, la Papisa es una figura sabia, incluso buena, que todo lo conoce y que dispone de todas las herramientas para ayudarnos a descubrir la realidad de los hechos.
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